En el último articulo abordé el tema del estilo de gestión de las carteras de inversión. Aprovechando el ambiente de las fiestas y la comedera, hice un jocoso paralelo entre como cocinar un postre y un sancocho. El postre, delicia que le deja al cocinero poca latitud para variar y donde apartarse de las estrictas porciones de los ingredientes o los tiempos de horneado, son fatales para el resultado.
Preparar un sancocho es otra cosa, las recetas tienden a ser múltiples igual que los procesos y es posible variarlos y controlar mejor el resultado. Se requiere un método mas activo y recursivo con lo que se trata de maximizar el resultado con menores riesgos. Un exitoso estilo de inversión usualmente es así, menos rígido, mas interactivo y con un buen menú de sustitutos para lograr un buen resultado.
Dicho lo anterior, ahora quiero retrotraerme a lo básico en la formulación y ensamble de una buena cartera de inversión. ¡Sin buenos principios y buenos objetivos, no hay cocinero que valga!
El primer paso en construir una cartera de inversión es determinar el objetivo de esa cartera. Esto es, ¿Qué busca o espera el cliente con acumular sus ahorros? ¿Quiere el inversionista guardar recursos para su vejez? ¿Busca el cliente ganancias de capital asumiendo riesgos de perder patrimonio? ¿Quiere el cliente dejar activos o rentas a sus hijos? Cada una de estas preguntas suponen objetivos de inversión diferentes, lidiar con riesgos diferentes y plazos de tiempo diferentes.
El planteamiento se complica cuando se incorporan las aspiraciones de retorno y los riesgos que conllevan esos retornos. O sea, ¿Qué rendimiento deseo obtener? ¿Cuáles y cuantos riesgos estoy dispuesto a tomar? Me explico mejor. Si mi objetivo es ahorrar para la vejez, puedo invertir en activos muy seguros y de poco riesgo. Así, obtendré un acumulado al final de mi vida que puede no ser suficiente para mi larga ancianidad. Por el contrario, con el mismo objetivo, puedo decidirme por una cartera de inversión diseñada para retornarme un mejor acumulado, pero que conlleva más riesgos que la cartera segura. O si me pongo en el medio, puedo dividir mis ahorros en las dos posibles carteras y así me aseguro un mínimo y en la otra mitad, procuro de compensar, con mas riesgo, lo que no rinde la cartera conservadora. ¿Claro?
Otro elemento importante en la formulación de una cartera es cuanto acceso queremos a tener efectivo disponible y por cuanto tiempo. Muchos ahorristas tienen que recurrir, de cuando en cuando, a sus ahorros para alguna eventualidad o compromiso. Esas consideraciones deben tomarse en cuenta en la construcción de la cartera y pesan mucho en la política de inversiones. No invierte igual un fondo de pensión que debe velar por tener efectivo para pagar las pensiones de los ya jubilados, que un fondo que solo acumula para enfrentar posibles contratiempos y desastres en el futuro.
Si hubiera una inversión en el mundo que satisfaga todas las restricciones y objetivos de nuestro cliente, será una pésima idea meter todo el dinero allí. No hay activo perfecto ni libre de riesgo político, económico, geográfico o financiero. Los riesgos no se eliminan ni desaparecen, lo mas que podemos es reducirlos porque, hasta poner la plata bajo el colchón tiene riesgos, incluso más que invertirla.
Así, otro aspecto esencial de construir y administrar una cartera, es la diversificación de inversiones para reducir esos riesgos. Incluso carteras concentradas en determinado tipo de sector buscan diversificarse invirtiendo en varias empresas o en diferentes países. Pero el principio general es no poner todos los huevos en una misma canasta. Pero también, que las canastas y los huevos que escojamos tengan una coherencia que sumen al retorno y minimicen en conjunto, los riesgos de las inversiones.Hasta aquí, si hacemos la tarea juiciosamente, ya tenemos un mapa de adonde queremos llegar, que alternativas tenemos para llegar allí, más o menos rápido y con más o menos riesgos. En el próximo artículo, trataremos de mostrar cómo se vuela este avión.
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