A estas alturas de la narrativa, sabemos ya algunas cosas sobre armar carteras de inversión. La construcción de una cartera de inversión supone entender los objetivos del cliente, los riesgos que desea, tomar o no tomar, para obtener esos objetivos, el tipo y monto de inversiones que podrían satisfacer estos objetivos. Entonces, con todas estas limitaciones, ensamblar una cartera balanceada, dinámica y diversa. Y tanto y más importante, seguirla de cerca, para que, ante las circunstancias cambiantes, cumpla los objetivos y las limitaciones que la inspiraron.
Habiendo comprendido los objetivos del cliente y su perfil de riesgo/retorno y sus limitaciones patrimoniales y de estilo de vida, podemos empezar al dibujar el avión. Lo primero es determinar qué clase de activos pueden ser considerados en la cartera. La división típica es entre inversiones e instrumentos de deuda y los instrumentos de capital.
Los instrumentos de deuda comprenden depósitos bancarios, bonos de los estados, bonos y obligaciones de empresas y obligaciones estatales o empresariales de plazos muy corto. En estos activos, la inversión produce un retorno determinado, usualmente fijo en la mayoría de los instrumentos, por eso se les conocen como títulos de renta fija, Estos retornos son una obligación del emisor, lo mismo que devolver el capital invertido.
La segunda clase de activos, son propiedades, inversiones de capital como son acciones y participaciones en empresas y toda una familia de valores cuyo rendimiento está vinculado a crecimiento y rentabilidad de las inversiones. Los retornos son variables e inciertos usualmente no obligan al emisor a devolver al inversionista su inversión, se les conoce como títulos de renta variable.
Las características inherentes a estas clases de activos es que tienen riesgos de inversión diferentes y generan perfiles de rendimiento diferentes, así satisfacen objetivos de inversión de más de un modo. Incluso, muchas carteras son combinación de títulos de renta fija y de renta variable. Y de allí que, su diseño y ensamble buscan, en la combinación, el mejor riesgo retorno para el cliente. Pero este tema, es materia de un próximo escrito.
Aquí, nos concentraremos en los rudimentos de cómo seleccionar los activos que deben ser parte de la cartera y cómo acomodarlos para que hagan sentido financiero y satisfagan los objetivos que aspiran nuestros clientes.
El método básico y tradicional es el de mirar “de arriba hacia abajo” (top-down approach) las posibles oportunidades de inversión. Como su nombre lo dice se empieza mirando desde “la altura” al mundo.
Primero, identificando regiones y luego países, donde haya estabilidad económica y política y que no imponga a las posibles inversiones riesgos de seguridad, monetarios, fiscales que mermen su posible retorno o introduzcan riesgos inaceptables a la cartera. Es evidente que solo hay un puñado de jurisdicciones que cumplen con este requisito. Y solo basta mirar las composiciones de carteras de instituciones para adivinar cuales son las preferidas.
A nivel macro hay otro riesgo a considerar, el riesgo regulatorio. Hay países con condiciones macro políticas y legales muy buenas pero que por alguna razón prohíben o restringen al capital de fuera invertir o prestar dinero a ciertos sectores. Esto es muy importante porque, por ejemplo, Japón y Estados Unidos tengan “riesgo país” similar, no es lo mismo considerar invertir en activos inmobiliarios en Estados Unidos que en Japón, donde las condiciones internas y las reglas de operación las operaciones en propiedades son muy reguladas.
Así, el análisis juicioso de las condiciones políticas y macroeconómicas determina lo que elegantemente se llama “riesgo país” y los asesores, economistas y calificadores de riesgo, estiman la tasa mínima base que debe compensar ese riesgo país.
Hecha la selección de lo que serían las jurisdicciones aceptables para invertir, entramos a examinar los sectores de la economía que resultan atractivos a la luz de criterios económicos, financieros, marco jurídico y gobernanza. Aquí el análisis se concentra en la fortaleza de o debilidades de los sectores de la economía, y que pueden ser estructurales o cíclicos. Hay regiones o países que concentran industrias o recursos importantes y con ello buenas oportunidades de inversión.
Finalmente, habiendo tamizado país, sector y gobernanza, se entra a identificar empresas que puedan generar los retornos esperados por la inversión, sea esta en un título de deuda o en acciones del capital. Aquí el tipo de análisis es más financiero y gerencial que económico. Se estudian los resultados de las empresas, sus planes de crecimiento, su estructura de capital y todo lo relacionado a los números duros. Pero tan o más importante es la estructura gerencial y de propiedad de la empresa. Los resultados y éxito son mayormente atribuibles a estos.
Continuaremos con un detalle de este análisis.
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